Hablamos de obra seriada cuando existe más de una copia de una pieza, siendo su principal característica, frente a la obra única, su mayor accesibilidad para el coleccionista. Realizar un número determinado de originales de una imagen debidamente firmados y numerados permite que el coste de su realización se divida entre el número de originales de la edición.

Hay que entender la obra gráfica o si ampliamos nuestro espectro obra impresa, como una obra original al alcance de un público mucho mayor, aunque generalmente se ha concebido el arte impreso como una obra menor y, en general, se la suele degradar comparándola con las obras de carácter único de los artistas.

Según Javier Maderuelo[1] la Producción impresa de un artista en sus múltiples manifestaciones no adolece de “valor artístico”. Si un cartel, una carta o una invitación han sido estampados y manipulados por los propios artistas, las cualidades estéticas de estos productos que por lo general no se solían apreciar como “obras de arte” tienen un evidente interés artístico. Esto permite el establecimiento de otra clasificación de las modalidades artísticas distinta de la que la historiografía del arte ha aplicado tradicionalmente a las “obras de Arte” que, en realidad, ha venido siendo influenciada de manera determinante por el potente y próspero mercado del arte. Los materiales que pueden integrar esta nueva taxonomía son sin ánimo de ser exhaustiva: libros de artista y obras-libro, catálogos de exposiciones, publicaciones periódicas (revistas) fancines, assemblings, múltiples, monotipos y series, tarjetas, carteles, los impresos en el arte postal, proyectos y trabajos en los márgenes de lo impreso.

La obra impresa debe ser tratada en primer lugar, como otro medio de expresión artística, con lenguaje propio y con técnicas y métodos específicos para su ejecución y, en segundo lugar, como un deseo de hacer llegar la obra a un público más amplio sin que esta pierda, en ningún caso, la propiedad de lo auténtico.

Por tanto, el artista será el único responsable de realizar tiradas de su obra impresa con criterios de calidad que no desmerezcan con respecto a los estándares de su obra única. Por lo que respecta a la originalidad de este tipo de obra reside en que el artista interviene directamente en el diseño y ejecución de la imagen y el soporte que va a cumplir la función de transferencia de la misma expresamente elaborada para esa edición, siendo además frecuente que el artista trabaje posteriormente sobre la imagen añadiendo variaciones hechas a mano o utilizando otras técnicas artísticas que las convierten no sólo en obra original, sino también en obra única.

En este sentido, al mismo tiempo que el nombre del propio autor y el importe de su obra, actual o futuro, en el mercado del arte, son determinantes esenciales del valor de la obra impresa, el tipo de técnica empleada, el tamaño de la misma y el número de ejemplares por edición, siendo indispensable que cada obra contenga la numeración con el límite de la edición y la firma del autor. La obra seriada, que formará parte de una edición o serie, estará firmada y numerada en cada copia, adjuntará un certificado de autenticidad, puede contener una o varias copias de artista y en algunos casos puede dar lugar a una edición especial y también puede tener una o varas copias de exhibición o directamente ser una edición fuera de comercio.

La obra impresa de un autor pertenece a la esfera de la obra original del mismo, y lo que la hace más asequible es el haber sido reproducida en un número en ocasiones tasadas, única razón de que sea más económica que su obra única. De este modo el arte seriado se convierte en una fórmula excelente para coleccionar arte y una buena opción para compradores noveles que no quieren realizar grandes desembolsos, sobre todo si se confía en la obra de artistas emergentes o de media carrera.

[1] Maderuelo J. 2019. Arte impreso. Cantabria, España: Ediciones la Bahía

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